Sonia Rabinovich

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Lugar: Cordoba, Argentina

Nació en Córdoba , Argentina en 1955. Es Profesora y Licenciada en Letras Modernas. Coordina Talleres de escritura desde el año 1984- Publicó los siguientes libros de poesía “Palabra de Mujer” (1989), “Poemas para conjurar el miedo“(1994) , “Late Jerusalén” , poemas con pinturas de Carlos Alonso (1996) , “Versión libre del paraíso” (1999) , “Los nombres de la herida (2002) “ y “Escrito en la espalda “ (2005). Fue premiada en los Juegos Florales Nacionales´en 1995, en la “Fundación Argentina para la poesía” en 1998 y en el concurso nacional de poesía “Luis de Tejeda 2002”.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Escrito en la Espalda

(rituales para otra respiracion)

Un sudario que cubra los hilvanes ,

que se adhiera al palimpsesto de la piel,

que sea encontrado

cuando ya no quede mas que piel.

Cuando seque la tinta de su mano.


I


Que no terminen estas letras
de escribir sobre la piel
en un idioma incomprensible y necesario.
Suben y bajan las espirales
que lo hicieron único
hasta retener el aliento
para que nada interrumpa
esta ceremonia silenciosa y entregada.

¿Qué hace que esos segundos valgan
sin ninguna palabra
más o por todos los que se persiguen en el ruido,
que ese silencio potencie sólo en gesto?

Mano que dice de un Dios mudo que lo vive,
que mueve sus dedos sobre la espalda en blanco.



II



Hace días que no sale al mundo,
se acomoda entre paredes y telarañas
entreabre los párpados
y verifica el orden cerrado,
inclina un pie dentro de la posición de oruga
y espera el cuerpo
para encontrar entre la piel del hombre
la rosa mística.
Demorarse allí el tiempo del vacío,
no pensar, respirar el aliento,
olfatear la humedad de la boca.

No quiere terminar nada
porque nada empezó.
Detiene, solo detiene .


III


Camina por el relieve,
por el borde,
por la lengua muda camina,
por el tembladeral,
por los signos suspensivos de la piel erizada,
camina, se detiene, se hunde
no hay límites, por segundos no hay límites.
No hay nada por que temer.


IV


Ella no mira su cara,
sabe que él escribe un mundo
porque un haz luminoso se deslíe
sobre la piel del hombro, la nuca
y descorre lo inoportuno de un cabello.

Ella está quieta
respira lento
teme disipar el mantra
que él repite ,vértebra por vértebra,
hasta llegar a la cintura.

Nadie sabe leer.
Analfabetos en el paraíso.


V

Ella se vuelve ,
la mano dibuja en su boca
el final del poema.
Ella muerde la última letra.


VI


No puede moverse ,
teme que las letras caigan,
que las palabras se destiñan
con la humedad,
que resbalen y formen otro texto.
No quiere moverse,
pero escucha el reloj
y escucha el viento
y el sonido del agua de algún río
y Heráclito y los mismos y no somos
y no quiere moverse.



VII


El escribió sobre el desierto de su espalda
los signos del éxtasis, el criptograma,
el deletreo del suspiro,
el silabeo de la respiración entrecortada..

El conoce un alfabeto
que la guarda de la muerte.
Ella no puede leerlo
lo adivina en cada círculo que el hombre traza
como elipsis del dolor y lo dice por opuesto.

Ella no puede leerlo y no quiere
solo quiere que él escriba.
Manuscrito que la vive entre sábanas
como única hembra,
temblando .


VIII


Suelta la cara sobre la almohada,
se suelta,
los muslos se pegan al vientre del escriba,
cierra los ojos
y todo deviene página en blanco,
arena blanca
donde él se sumerge tantas veces
hasta recordarle el nombre de un dios
que se oculta entre los días.
El nombre sagrado que ella olvidará muy pronto:
después de los suspiros.


IX



En la espalda
¿y por qué no en los brazos,
en el vientre, en las manos,
en una geografía donde pueda mirarlo?
Leer no adivinar,
ver no intuír.
Escritura sagrada a resguardo
en la caverna de la memoria.



X


Lo mira
mientras devoran los días
sobre pequeños platos.
Lo mira desfigurado por las trampas del vidrio
que miente la transparencia del agua en la semana
Lo mira dejarse asfixiar
para recién allí convertir el agua en vino.
Lo mira y se pregunta
¿y todo lo demás para qué ídolos
que no resistirán el primer fuego?


XI


Tocó la espalda.
Sopló para que las arenas del pasado
no quebraran la letra.
Dibujó con la geometría de los días
lo que nunca fue dicho,
y esperó hasta que ella pudiera leer
con mucho más que ojos.



XII


Hay un texto.
El texto es infinito
y gira sobre una serpiente de huesos,
los trazos muerden la piel y el aire.
Son tatuajes que van engrosando
la superficie de lo dicho
con las correcciones del silencio.
El cuadro termina después en blanco y negro
con toque de carmín en una esquina
superpuesto, casi al final.



XIII



No podría leerlo
pero los otros sentidos se abrían
alertas en la selva
en la que se había convertido el mundo,
olor a selva húmeda,
tacto resbaladizo de orillas inasibles
y un tambor que latía desde lo más tribal de los instintos.

No podría leerlo
pero la piel era la extensión
que tornaba posible la vida.
Comprendió después de los rituales
que sobre su espalda caminaron
infinitos insectos, bestias, tormentas
Comprendió que cada respiración
levantaba la arena jamás pisada
del desierto único.

Allí cada vez
cumplían el rito que los mudaba en símbolos
Eran en el rectángulo de lienzos, por instantes,
dioses, sabios, libres.



XIV



Se abrieron las ventanas.
El viento armó las cortinas como velas.
El estiró su cuerpo.
Ella quedó fetal sobre las sábanas.

La pequeña muerte, dijo
o no lo dijo.
Los signos le pesaban sobre la mente en blanco.
Los cuerpos fueron cuerpos
y el vacío ocupó lugar
en la garganta..